El ocaso anuncia el inicio de la noche.
Las estrellas guian mi pasos, cada una llora por mi, les suplico sientan lástima, cosas peores acechan a la vuelta de la esquina.
La Bestia espera en lo alto del castillo mi pronta llegada.
Nada bueno me depara.
El castillo está delante de mi, la luz viene de las antorchas ubicadas a cada lado del camino.
No puedo pensar en el ayer, es imposible.
Los recuerdos se desvanecen, la fuerza de voluntad abandona mi cuerpo.
Son señales de la pronta llegada a su presencia.
La Bestia está a punto de tomar su presa.
Las promesas y la confianza se convierten en poderosas cadenas, de las cuales es imposible escapar.
¡Oh, Gran Señor!
La oscuridad es tu reino, el castillo es tu morada, mi alma tu refugio.
El amor fluye como sangre derramándose en un cáliz.
No hay duda para arrepentimientos.
Una proseción de mujeres dolidas me reciben.
El recorrido por los pasillos es una eternidad.
Por instinto llego a tu puerta, con un golpe seco se abre mostrando tu oscura figura.
Tú, imponente me recibes en tus brazos.
La Bestia obtiene lo que le pertenece.
Mi alma retorna a su dueño.
Mi alma le pertenece.
