sábado, 6 de abril de 2013

Segundo capítulo de Jauría de Lobos: El comienzo del clan Fenrí









La oscuridad comenzaba a adentrarse en el cielo, que pronto mostró las primeras brillantes estrellas. Gabrielle miraba concentrada por la ventanilla del asiento del copiloto, atenta ante cualquier movimiento extraño.

  Arthur manejaba con cuidado por la carretera principal, de reojo observaba a la chica a su lado, comenzaba a sentirse muy a gusto aunque extrañado por la repentina forma de aparecerse en su habitación para pedirle su ayuda. También estaba apenado por haber saltado sobre ella, no sabía cómo disculparse.

  Carraspeo la garganta para llamar su atención, pero fue ignorado, aún la joven veía distraída por la ventanilla del automóvil. Volvió a hacerlo y esta vez fue escuchado, ella lo observo con ojos inquietos, casi preocupados.

-          Me preguntaba por qué te fuiste de tu casa tan repentinamente.- dijo esperando el silencio.

-          Arthur, lo siento por involucrarte en esto pero realmente estoy desesperada, no es la primera vez que me escapo.- entristecida bajo la mirada.- Si quieres me puedes dejar aquí, yo veo donde irme.

-          No, no, no. Ya te voy a llevar, no me sentiría bien si te dejará en el medio del camino, en la oscuridad, con hambre y frio. Si me involucraste fue por algo no.- tornó la cara al camino.

-          Bueno, necesito la ayuda de alguien y pensé en ti. No entiendo, ¿Por qué me ayudas?- sin dejar de levantar la mirada.

-          Me importas…- apenado su cara se volvió roja.- Te vi desesperada y te considero mi amiga, y esto es lo que hacen los amigos.- dijo rápidamente, esperando que la joven no oyera lo anterior.

-          Me imagino que así es, te lo agradezco mucho, pero no quiero que te quedes a mi lado cuando lleguemos, vuelve a tu casa, te pagaré cuando tenga suficiente dinero.- no quería deberle a nadie y sobre todo exponer en peligro a alguien ajeno.

-          Olvídate del dinero estoy bien, el dinero no lo necesito. Para mí es un placer ayudarte. Entonces, esta no tu primera vez escapando de casa, ¿tus padres son tan horribles?- esperando no ofenderla.

    Gabrielle suspiro.

-          Bueno, si son horribles además ya soy mayor, quiero hacer mi propia vida y ellos insisten en controlar todo acerca de mí. Estoy desesperada, por eso decidí huir de nuevo, aunque me atrapen de nuevo, pero esta vez no se los voy a dejar tan fácil.- declaró como una promesa.

-          ¿Y qué hacen ellos para desesperarte?

-          Me dicen con quien tengo que hablar o juntarme. Tú no eres de su simpatía.- sonrió levantando la vista hacia a él.

-          ¿En serio?- preocupado.

-          Si, en serio. Ellos piensan que tú gustas de mi, que tienes dobles intenciones.- lanzó una carcajada, hacía tiempo que no se reía con ganas.

  Arthur se puso muy nervioso, comenzó a sudar y tragaba grueso. Tuvo que concentrarse en el camino porque se estaba saliendo de él. Para su alivio vio el camino de que entraba al bosque a un lado del camino, se adentro en ella, ingresó en él, el bosque era oscuro y amenazante, la luna salió iluminando el pasaje. A pesar de la nieve, el cielo permanecía despejado. Unos kilómetros más adelante, diviso la silueta de una casa pequeña de madera.

  Estaciono frente a ella, bajo del carro rodeándolo llegando a la puerta del copiloto, con educación le abrió la puerta a Gabrielle, quien bajando le agradeció, cerrando tras de sí la puerta, se quedo observando la fachada de la vivienda. Arthur buscó en sus bolsillos las llaves, se encamino a la puerta y la abrió.

  Entrando a ella, seguido de la joven, prendió las luces, revelando el contenido de la pequeña sala: un sofá pequeño en un rincón cerca de la puerta principal, una mediana librería llena de libros frente a ella, tres puertas una al lado de la otra y una mesa de café en el centro del sitio. Arthur le enseño cada lado de la casa; la primera puerta es el dormitorio, la del centro el baño y la última es la cocina.

 La joven se sentó en el sofá contemplando el lugar, mientras Arthur sacó el bolso del carro colocándolo en la habitación, agotado se sentó al lado de ella. Viéndola coloco el brazo derecho sobre los hombros de Gabrielle, que se relajo al sentir el peso.

-          Esta es la casa de verano de mi familia, no es muy grande pero es cómoda.

-          Es reconfortante, puedo estar aquí por un tiempo, si tu familia no pone objeción.- apenada, comenzó a sentir el cansancio.

-          No tienen que enterarse. Además no la necesitaremos hasta verano, y para eso falta mucho.- aclaro.

-          Eres muy amable, pero es mejor que vuelvas a tu casa, tu familia debe de estar preocupada.- se levanto quitándose de encima el brazo de Arthur.

-          Tiene razón, es mejor que me vaya. No hay comida, pero mañana te puedo traer un poco para toda la semana.- se dirigió a la puerta.

-          Muchas gracias, Arthur. Realmente eres un verdadero amigo. Te recompensare. Hasta mañana.- se despidió, acercándose le dio un beso en la mejilla derecha.

   Arthur se sonrojo de los pies a la cabeza, temblaba como una hoja. Quiso irse, pero las piernas no le respondieron, con esfuerzo se separo, saliendo por la puerta cerrándola de un portazo.

   Gabrielle rió con ganas de nuevo. Decidió dormir temprano, yéndose a la habitación, consiguió una cama pequeña cerca de una ventana de igual tamaño. Bien abrigada con una sabana estirada al límite, con almohadas esponjadas y cubierta intactas esperando ser ocupada por un cuerpo cansado como el de ella.

    Quitándose la ropa, a pesar del frio intenso, se metió en las esponjosas sábanas, que calentaron al tacto su piel sensible. Con una almohada entre las piernas-como es costumbre-se acostó boca arriba, prestó atención a la ventana.

     Pensaba sobre el posible rescate que tendría a la mañana siguiente, sus padres molestos la castigarían por todo un año, no le dejarían salir de la casa ni le hablarían durante un largo periodo. No era un castigo sino una bendición, no sería una severa sentencia, los vería como unas vacaciones. Lo que si no soportaba es verle la cara a Ludwig, que no dudaba en que saldría a buscarla en cielo y tierra. Tal vez sus padres no le contaran o pidieran ayuda, si eso es el caso no pasaría mucho tiempo en las alas de la libertad.

 Ludwig, Ludwig, Ludwig; ese nombre no la agradaba para nada. Lo conocía desde que tiene uso de razón, cuando escasamente contaba con cinco años. Lo vio por primera vez en una reunión de la familia Leroix, ese pretencioso ser la observo atentamente con ojos llenos de misterio; a partir de allí la comenzó a vigilar de muy cerca. Nunca olvido esos vistosos ojos azul claro.

  Quedándose dormida pensando en la mañana siguiente, soñó con los feroces ojos  azules de Ludwig, que la acechaban en las profundidades del bosque, donde se sentía perdida y vulnerable, fue atacada por las fauces del enorme lobo gris de Ludwig.

 

    Laurence Leroix contemplaba absorto el latoso caminar de su esposa, que murmuraba rabiosa unas palabras de cortesía; esperaba alterada la presencia del poderoso Ludwig. Quien llego en ese instante acompañado de cinco hombres, con aspecto severo se dirigió a Marie con la mano alzada, proporcionándole un fuerte bofetón volteando su cara. Sin remedio y adolorida se inclino frente al corpulento hombre, seguido de Laurence, quien impotente no discutió el recién maltrato a su esposa.

     Ludwig Scheidemann se sentó en el sofá irritado, los demás se quedaron de pie vigilando la puerta principal. Con el entrecejo fruncido, acarició el portarretrato de la mesa cercana con la imagen de Gabrielle vestida elegantemente con la mirada perdida.

-          Por un tiempo creí que esto había acabado, pero me equivoque o mejor dicho me confié. Ahora tenemos que buscarla por toda la región, me imagino que escapo por culpa de alguien.- mirando a Marie.- ¿Qué tienes para decir?- con voz aterciopelada.

-          Es verdad fue mi culpa, tenía razones para discutir con ella, por el bien de ella y el de usted.- dijo mordiendo su labio inferior, aun inclinada.

-          Marie, puedes controlar a ejércitos de hombres aguerridos, en cuanto a tu hija eres todo lo contrario.- cerrando sus ojos azul claro.- Pues esta pelea tuya con ella, me ha sacado de mis casillas y no me gusta tener que encárgame de cosas que deben hacer los dos, para eso los puse a cuidar a mi futura esposa y madre de mis hijos.- levantando el tono de voz.

    Marie no soporto más la reprimenda, irguiéndose desafió con la mirada a Ludwig. Los hombres en la puerta se pusieron alerta ante cualquier movimiento. Laurence también se puso en forma desafiante detrás de su esposa. El líder abrió los ojos, que se tornaron de un color azul intenso, no se asusto ante la creciente furia de ella, al contrario, se levanto de un salto, quedando cara a cara con Marie. La valentía duro en su cuerpo tan solo un momento, la respiración intimidante de él la hizo retroceder sumisamente, haciendo lo mismo su esposo.

-          No voy a soportar alzamientos de esta clase. Se los advierto.- alzando el dedo anular.- Escuchen claramente mis órdenes. Al encontrar a Gabrielle, me la llevaré conmigo a heller Stern y nos casaremos. ¿Está claro?- dijo con autoridad.

-          Ella no está preparada todavía.- lo desafió Marie.- Mi hija no está preparada.

-          Marie, sabes a veces no entiendo como pude dejarte criar a Gabrielle todos estos años.- acercándose con cautela a ella.

-          ¡ES MI HIJA!- grito con todas sus fuerzas, alzando la cara con lágrimas rodándole por las mejillas.- ¡Maldición!

-          Sé muy bien que es tu hija y del fallecido Marius, que debe de estar revolcándose en su tumba, por la manera en que estas llevando la crianza de Gabrielle. Tan solo eras una niña cuando la tuviste, debí habérmela llevado el día en que nació y dársela a mi madre.- tomó con la yema de los dedos el mentón de Marie, acerco la cara a la suya, y de un solo golpe la hizo caer al otro lado de la sala, destrozando la mesa y los platos de adorno.

    Laurence salió disparado en su ayuda. Ella se levanto como si nada hubiera pasado, rechazando la ayuda de su pareja. Pronto volvió a enfrentarse a Ludwig, pero manteniendo una distancia prudencial.

-          Gabrielle es mi hija, y jamás hubiera permitido que te la llevaras de mi lado. Primero tendrías que haber pasado por mi cadáver.- dijo duramente.

-          Aja.- burlonamente.- Bueno, pues no fue así; y ya Gabrielle tiene edad suficiente como para esposarla, te guste o no. Es demasiado tarde para eso, además como sabes yo no decidí el querer casarme con tu hija. No puedes desafiar órdenes divinas.

-          Lo sé. Yo tampoco quería que tú fueras el esposo de mi hija. Durante años te apoye, luche a tu lado, compartí mis victorias y riquezas te las di sin cuestionarme en ningún momento, si lo que estaba haciendo estaba bien o no. Pero me di cuenta de mi error el día en que la Gran Sacerdotisa anuncio que tú desposarías a mi hija, que llevaba apenas cinco meses de gestación en mi vientre.- se descontrolo y se echo a llorar al piso ruidosamente.

     Ludwig miro como la fuerte mujer que había sido un día su comandante en armas, lloraba como debilucha, expuesta como nunca la había visto, ni siquiera cuando en sus brazos murió el padre de su hija. Eso lo conmovió por un instante, para no demostrar esto, se dirigió hacia la parte donde había caído Marie y pensó por un segundo lo que debía hacer. De nuevo volvió donde estaba y con un gesto llamo a sus hombres, que enseguida se apartaron de la puerta rodeando a la mujer llorando.

-          Oliver, lleva arriba a Marie y asegúrate de que descanse.- dijo al más alto y delgado de todos, que levanto del piso a Marie, cargándola, subió al piso de arriba.

-          Paul, quédate en la casa y vigila los alrededores. Busca cualquier rastro u olor que lleven a Gabrielle.- el hombre bajo y de cara seria asintió saliendo de la casa por la puerta principal.

-          Sven, ve a las poblaciones cercanas y revisa cada rincón. Si consigues algo avisa primero.- asintió el individuo de cabello negro y peinado parado, que hizo una leve reverencia y salió sin hacer ruido.

-          Los demás vendrán conmigo, buscaremos en el bosque con la ayuda de la luna llena.- la dos personas asintieron.

 Ludwig miro al entristecido Laurence, quien sollozaba con la mirada baja.

-          Marie se pondrá bien. Encontrare a Gabrielle lo más pronto posible.- dijo sin perder su tono duro, en el fondo sentía lastima por el pobre tipo, que no podía defender a su esposa por más que quisiera.
  El líder y los dos hombres salieron de la casa rápidamente. La noche era limpia y despejada, la luz de luna iluminaba todo el camino. Los arboles tupidos se veían a lo lejos amenazantes. De repente, una brisa fría apareció de la nada, enfriando la oscuridad. Ahora las copas de los arboles se movían de un lado a otro, anunciando la llegada de algo siniestro. Esto no paso por alto para Ludwig, que el frio le caló los huesos.
  Ludwig cerró los ojos y se agacho, sintió un calor que hizo desaparecer el álgido de su cuerpo. Una fuerza nació del interior, haciendo quitarse la ropa de un tajo. Un gruñido salió de su garganta, irrumpiendo en el silencio de la noche, seguido de un aullido. Su boca comenzó a transformarse en un hocico con afilados dientes. Las uñas crecieron para ser garras. La piel se rasgaba con cada movimiento que daba, ahora salía un pelaje gris. El dolor era intenso, como cuchillos que desollaban la carne. El cuerpo se alargo para conseguir la forma cuadrúpeda; y finalmente lanzó un aullido de lobo anunciando su llegada a las criaturas de la noche. Los demás estaban completando la transformación; los dos eran de pelaje oscuro. Se unieron al macho alfa y corrieron en dirección al bosque.

     Despertó empapada de sudor, aparto las sábanas y se sentó en la cornisa de la cama, cubriéndose el rostro con las manos. Tuvo un sueño muy vivido, en el, era atacada por un lobo de ojos azules, resultado ser Ludwig.
     No se sentía para nada bien, un extraño y repentino dolor de estomago hizo que se tomara de él. Un espasmo fuerte la forjó a lanzar un desgarrador grito, que se escucho en la pequeña vivienda. Cayó de rodillas en el piso, lamentándose pudo arrastrarse a la puerta, recordando que no se encontraba en casa, que había huido y se hallaba totalmente sola, en ese lugar y en el bosque.
     El dolor fue aumentando de nivel, con lloriquear no disminuía en nada, el rostro encontrárosle mojado por las abundantes lágrimas que escapaban de sus cuencas. Pensaba que se trataba de una intoxicación alimenticia, pero desecho esa idea, porque la intoxicación no provoca tan fuertes dolores abdominales. El malestar se acrecentaba, revolcándose en el suelo, lanzó gritos audibles en todo el recinto, no pudiendo soportarlo pataleo descontroladamente, amoreteado los dedos de los pies, pronto sangraron llenando el piso de madera de manchones de color rojo. Sin dejar de gritar abrió los ojos de par en par, con vista al cielo, perdiendo la conciencia al instante; el color de ellos se torno de un negro azabache a un verde manzana.
     Su piel se dividió en grandes trozos, dejando asomarse pelo grueso y largo; su ropa se desgarro dejando al descubierto la desnuda piel rajada dando paso a una nueva. Las uñas se convirtieron en garras capaces de atravesar la cubierta más gruesa de metal. Su mandíbula expandió su dimensión a una trompa de canino, acomodando los dientes en una nueva posición, destacando los afilados caninos. Las piernas adquirieron una musculatura flexible y fuerte, transmutando a patas agiles en combates. El cuerpo se estiro a un tamaño mayor al anterior, todas las extremidades se acomodaron a su nuevo volumen. El cabello negro de la cabeza se cayó por completo, dejando paso al salido de la piel; las orejas también crecieron, ahora eran puntiagudas.
     Gabrielle se transformo en un licántropo de pelaje negro como la medianoche; recuperando la conciencia, vio con nuevos ojos competentes para ver en la oscuridad hasta el más mínimo detalle. En cuatro patas sintió la textura de el piso de madera, cada arruga y orificio lo palmeo en sus patas. Olisqueo el aroma del bosque a tierra, arboles viejos descomponiéndose alimentando a los nuevos predecesores que lo sustituirán, siendo los futuros guardianes del lugar; llego a sus narices la fragancia característica de un cuerpo de agua. Decidida a buscarla, salió corriendo atravesando la puerta, observo todo y siguió destrozando la entrada principal.
     Una vez afuera alzo la mirada al cielo estrellado con la luna llena iluminando el bosque y a la naciente Gabrielle en su reciente metamorfosis, revelando la noche en su magnífica expresión, testigo de innumerables hechos que marcaron la historia de sus habitantes y del futuro. Con solo oler su perfume se dio cuenta en seguida del pasado de ese lugar y que en los muchos de sus familiares dejaron sus huellas para forjar el linaje más poderoso del mundo mágico.
      Conmovida y extasiada con la nueva visión del mundo, emprendió el rumbo al lago. Estirando sus patas salió corriendo con el viento, sintiendo por primera vez el significado de la libertad a plenitud, dando un enfoque refrescante a lo que pensaba una vez la obtuviera. El pelambre se movía a su paso; acelerando se adentro en las entrañas del bosque, ingresando a un territorio ajeno, donde nunca había estado antes; los arboles eran más gruesos y antiguos que los dejados atrás, la espesura impedía el ingreso de la luz de la luna. Los sonidos y los aromas eran diferentes, viejos e inhabitables para cualquier criatura.